El diputado federal del PRI, Juan Manuel Diez Francos, impulsa una iniciativa para cobrar un impuesto adicional al chicle, de 50% con el argumento de que contamina.
En su propuesta señala que además de la tasa establecida se pagará una
cuota de 15 centavos por goma de mascar o chicle enajenado o importado. Lo recaudado
será utilizado por los municipios, entidades federativas y el Distrito Federal,
para la adquisición de infraestructura especializada para las obras enfocadas a
mejorar las condiciones ambientales de las plazas públicas, aceras, calles y
demás inmobiliario público que presente goma de mascar o chicle pegado o sea un
lugar que pueda considerarse un riesgo para la salud.
Diez Francos pone como ejemplo, Inglaterra, que con motivo de la
contaminación por concepto de la goma de mascar, destina alrededor de 7
millones de euros cada año, para limpiar calles y plazas, y cobra impuestos por
el consumo de este producto, así como España y China. Dice que en el DF el
costo diario para el retiro de las gomas de mascar es de alrededor de 2 mil 800
pesos, cifra que representa solamente “lo de un día para limpiar el Centro
Histórico del Distrito Federal, es decir, no incluye a las demás plazas de la
ciudad ni centros y plazas de las diversas entidades federativas”.
Además, el gobierno de la capital del país invierte 50 mil dólares en 10
máquinas especializadas a eliminar los chicles pegados en las calles, aceras,
plazas del centro histórico, esculturas, arboles y otros lugares. Indica que
han manifestado las autoridades que sean contabilizados alrededor de 70 chicles
pegados por metro cuadrado, y 700 chicles despegados por día, lo que
representan un foco de infección que debe ser erradicado de manera urgente.
“Asegura que sumando el gasto del personal, las máquinas y químicos
especiales, por el retiro de cada goma de mascar puede alcanzar un costo de 9
pesos”, y busca que con lo recaudado se disminuya la contaminación hasta
alcanzar una tasa cero, es decir, que el gobierno ya no tenga la necesidad de
gastar en mano de obra ni en máquinas para despegar chicles, por lo que la tasa
impositiva al chicle se convertirá en cero.
Diez Francos señala que durante décadas se han escuchado diversas
propuestas “de manera incoherentes” para solucionar el problema, que van desde
sugerir “que se traguen el chicle hasta amedrentar a los ciudadanos con aplicar
multas aun sabiendo que es difícil detectar a los infractores, debido a la
rapidez con que escupen el chicle”.
“Por ello, existe una tendencia de
aplicar un impuesto especial a la goma de mascar o chicle, buscando en todo
momento el beneficio social que recibirán aquellos que no lo consumen, y que
sin embargo padecen a cada paso de la contaminación ambiental y visual,
trayendo como consecuencia incluso problemas a la salud por consentir a
aquellos que se la llevan masticando el chicles y arrojándolos por donde van
pasando, además del impacto en las finanzas publicas de los gobiernos estatales
y municipales, que requieren destinar recursos en infraestructura para retirar
los chicles pegados y además de incrementar su gasto en materia de salud, con
motivo de las infecciones”, dice en la Exposición de Motivos.
En su argumentación señala que el departamento de Finanzas Públicas del
Fondo Monetario Internacional, “respecto a las tributaciones ambientales ha
manifestado que es recomendable una intervención gubernamental, mediante un
impuesto que grave la contaminación, armonice mejor los costos y los beneficios
sociales con los precios del mercado”.
El legislador afirma que para obtener resultados positivos será necesaria
la participación de todos aquellos que consumen los chicles, ya que motivados
por el costo que representara la goma de mascar y el beneficio de no pagar este
impuesto, serán los que determinen el futuro de este impuesto ambiental.
Además de este resultado, se obtendrá por parte de los ciudadanos una mejor
cultura ambiental. “Otro ejemplo es España, en donde los costos de la remoción
de los chicles son elevados, en Zaragoza es de 0.11 euros por chicle, en
Murcia, les cuesta en promedio 0.30 euros, en el paseo del parque de Málaga se
han llegado a contabilizar en un solo fin de semana 48 mil chicles pegados,
mientras en Zaragoza sólo en el centro 2 mil 100 chicles.
“En China existe la tendencia de considerar al chicle como ilegal porque se
han contabilizado 600 mil chicles pegados en la plaza de Tiananmen. En Irlanda
se está considerando un impuesto sobre los chicles para financiar el costo de
quitarlos de las aceras, el gobierno de aquella nación ha propuesto un impuesto
del 10 por ciento, lo cual equivale a cinco cÚntimos de euro por paquete, con
ello, pretenden recaudar entre 4.9 y 6.2 millones de dólares anuales.
En 1992, en Singapur se prohibió el consumo y venta de chicles por causar
inconvenientes a quienes usaban el transporte público”. Refiere que según la
empresa Kraft Foods, México es el segundo país consumidor de chicles a nivel
mundial, y en este sentido el Instituto Nacional de Estadística y Geografía
(Inegi), señala que en México se producen más de 92 mil toneladas de chicles
anuales con un valor de mercado de poco más de 420 millones de dólares anuales,
por lo que el consumo promedio del mexicano es de los más altos en el mundo,
sólo despuÚs de Estados Unidos.
“La goma de mascar es una de las golosinas favoritas de los mexicanos,
consumiendo anualmente 1.8 kilogramos per cápita de chicles. Diversos
analistas, han manifestado que dentro de la categoría de dulces, el chicle, es
el que tiene perspectivas mayores de crecimiento para los próximos años.
El INEGI también, expreso que los mexicanos consumen en promedio 2.5
pastillas de goma de mascar diariamente, y al menos tres de cada 10 personas
compra chicles una vez al día, siendo por la tarde donde registra el mayor
consumo (73%)”.
El problema se agrava, ya que diversas autoridades y especialistas en
materia de salud, señalan que los chicles pegados contienen más de 50 mil
gérmenes transmisores de enfermedades; en razón de que su proceso de degradación
es de más de un año para los de base
sintética y de 6 meses para él de base biodegradable. Marco Uresti Maldonado,
investigador de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de
México, expresa que el chicle es un polímero o plástico de bajo peso molecular
cuyas cadenas se rompen fácilmente por el efecto de la luz solar y el medio
ambiente. Este tarda de cuatro a cinco años en desaparecer.
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